Un hermano de un mundo diferente
Por: Martín Arias
Tuve la peculiar suerte de tener un hermano con síndrome de asperger. Si esto no hubiese sucedido, tal vez no sería consciente de los problemas que afronta día a día. Para quienes no tienen conocimiento de este síndrome, los asperger son aquellos que poseen habilidades diferentes: no pueden entender la ironía, el sarcasmo, los sentimientos secundarios ni diferenciar con claridad lo bueno de lo malo. El mayor problema lo afrontan los padres de familia, puesto que los niños asperger no manifiestan estos comportamientos hasta llegar a la adolescencia, momento cuando se produce un cambio de personalidad muy notable. Aunado a ello, la falta de especialistas en el Perú evita que exista una temprana detección para que los padres tengan una adecuada preparación.
Aún me acuerdo cuando mi hermano cumplió los dieciséis años y le tocó afrontar dicho cambio de comportamiento. Para ese entonces, no sabíamos de su condición. Guardo los recuerdos de cuando jugaba con él y hablábamos a menudo, pero poco a poco noté que él se aislaba más, incluso vi cómo perdió las pocas amistades que él tenía. Con el paso del tiempo, las cosas empeoraron. El colegio donde estudiaba mandaba notas a mis padres de su mal comportamiento, y la razón por la cual se metía en varios problemas era su falta de comprensión hacia la ironía. Por ejemplo: una vez sus compañeros de clase le dijeron que sí él era hombre, debía depilarse las cejas. Al día siguiente fue a clases sin cejas. De nuevo, cuando le dijeron que, si era fuerte, debía pelear con un chico de quinto grado de secundaría. Todas estas situaciones servían para burlarse de él sin que se diese cuenta. Él pensaba que estaba haciendo lo correcto.
No pasó mucho hasta que los problemas llegaron a casa. De pronto, él empezó a confrontar a mi padre, no le gustaba que nos acerquemos mucho y ya no hablaba de temas variados si no le gustaba tener una misma temática de conversación, incluso repetía las mismas preguntas durante el día. Fue ahí que mi madre comenzó a sospechar que él padecía de algún trastorno, por ello, decidió ir a un especialista para saber qué tenía él, pero fue en vano. Todos le decían lo mismo: "su hijo tiene baja autoestima". Mi madre no se rindió, por lo que iba de psicólogo en psicólogo convencida de que mi hermano no era como nosotros. No fue tiempo después cuando cumplió la edad de diecisiete años y llegó a la oficina de un psiquiatra, quien le dijo lo que mi hermano tenía. Aún me acuerdo cuando el señor le dio la noticia a mi madre, de las sospechas que él tenía sobre mi hermano. Lo más curioso de todo el asunto fue que mencionó que no existe ningún psicólogo ni psiquiatra en la ciudad de Trujillo que tratara esos casos, así pues, nos recomendó un consultorio en Lima, donde nos confirmaron las sospechas que tenía dicho psiquiatra. Mi hermano sufría de trastorno de asperger y de un trastorno obsesivo compulsivo. Desde entonces su situación mejoró, puesto que ahora ya tiene un tratamiento especializado y medicamentos para controlar su ansiedad producto de su segundo trastorno.
Tiempo después me doy cuenta de lo costoso que es para él incorporarse en la sociedad. A veces me pregunta ¿qué es la tristeza?, ¿si el sufre de esta?, ya que no la entiende. Supongo que se sentirá frustración por no tener muchos amigos, pero no sabe cómo manifestarla. En la localidad donde vivo, durante un lapso, le pusieron de chapa "el loco", tiempo después desapareció porque les explicamos las razones por las cuales él es así. Recientemente me he enterado de que, como él, hay varios y varias madres que tuvieron que luchar para descubrir que tienen un hijo con el espectro autista.
Hoy
en día, la detección temprana ya no es un problema, como hace veinte años; sin
embargo, la sociedad aún no está preparada para recibirlos, lo cual da en
consecuencia la discriminación de estos. Pero destaco que ellos siguen luchando
y buscan cómo vivir en un mundo diferente al suyo, tratan de comprender y
aunque se frustren en el proceso lo siguen intentando; supongo que también parte
de su motivación esta en el amor incondicional que sus padres les dan.